Sara Carbonero confiesa su mayor miedo tras el cáncer

La periodista e influencer Sara Carbonero
Sara Carbonero ha decidido abrirse en canal, otra vez, pero esta vez con más verdad que nunca. En una entrevista con El País, la periodista deja claro que lo suyo no va ya de tendencias ni de lucir titulares bonitos. Va de sobrevivir, de sentirse viva y de poner a sus hijos y su salud por encima de cualquier fama. “Ese fue el primer día de mi vida en que me enfrenté a la muerte”, dice sobre el diagnóstico de cáncer de ovario que le cambió todo a los 35.
En esa conversación íntima, Sara lanza una frase que atraviesa: “Lo que me mata de dolor es pensar en los niños y en lo que me necesitan”. Y sí, esa fue su gasolina cuando el mundo se vino abajo. Nada de épicas de Instagram: solo el impulso primitivo de seguir aquí por y para ellos.
Cambio de escenario de Sara Carbonero: menos plató, más tierra
Desde entonces, la vida le ha dado una vuelta de calcetín. Nada de revivals televisivos ni alfombras rojas. Ahora su foco está en lo cotidiano, lo sencillo, lo que no exige filtros. Ha vuelto a sus raíces, literalmente. Ha comprado una casa en Corral de Almaguer, su pueblo de toda la vida, y lo dice sin complejo: “Soy muy de pueblo. Lo reivindico”. Allí, entre patios, abuelas y calles sin prisas, ha encontrado un refugio real. Uno donde se permite desconectar, sin tener que dar explicaciones.
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Sus hijos, dice, también han heredado ese amor por lo rural. Y no es casualidad: después de tanta exposición, Sara ha aprendido a blindar lo que más quiere. Allí no hay cámaras, pero sí paz. Y eso, ahora mismo, vale más que cualquier trending topic.
Una nueva Sara: más espiritual, más real
En la misma entrevista, Sara habla de cómo el cáncer le obligó a replantearse su manera de estar en el mundo. “Aprendí, como decía Pau Donés, que vivir es urgente, y lo llevé a la práctica literalmente”. También reconoce que ha perdido la fe como la conocía, pero que ha ganado algo mucho más valioso: una espiritualidad nueva, más conectada con la energía, las emociones y el cuerpo.
Su psicóloga le dio un consejo que ahora cumple a rajatabla: no buscarse en Google. Porque si lo hiciera, dice, “me volvería tarumba”. Y es que el machaque que vivió en 2010 durante el Mundial, cuando se le acusó de “desestabilizar a la selección”, le dejó huella. Nadie salió a defenderla. Y eso dolió. Mucho.
Ahora, prefiere escribir. De hecho, sueña con publicar algo que de verdad ayude a la gente. Nada con pretensiones, nada que le genere más presión. Porque Sara ya no vive de la exposición: vive de lo que le da paz. Y en ese combo perfecto de hijos, pueblo y una nueva forma de ver la vida, parece que por fin ha encontrado su sitio.