Alba Paul, harta de ser “la mujer de Dulceida”: diez años currando y aún ni saben cómo se llama

Alba Paúl y su mujer Dulceida

Alba Paúl y su mujer Dulceida

Alba Paul lleva diez años en redes, tiene más de un millón de seguidores y ha montado su carrera digital desde cero. Pero da igual. Para mucha gente sigue siendo simplemente “la mujer de Dulceida”, como si fuera un apellido extra o una marca blanca. Y claro, después de una década tragando, ha dicho lo que pensaba. Sin gritar, sin montar escándalo… pero dejando claro que ya basta de ser el “accesorio” en una relación donde hay dos protagonistas.

En una charla con Nagore Robles en el pódcast La casa de mi vecina, Alba se soltó y puso en palabras lo que muchas parejas famosas seguro que han pensado alguna vez, pero pocas dicen. «A ver es que yo no reniego de ser ‘la mujer de’, a mí lo que me molesta es que después de diez años trabajando en esto, a veces todavía no se sepan ni mi nombre. Que me sigan llamando ‘la mujer de…’. Soy la mujer de Dulceida y encantada y feliz de serlo, porque estoy super orgullosa de mi mujer, pero siento que cuando lo dicen, lo que quieren es, en cierto modo, humillar».

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Y ahí está el meollo. No se trata de negar el amor ni de esconder su relación. Se trata de que, después de una década currándoselo en redes, generando contenido, gestionando hate y dando la cara, todavía haya quien no sepa ni cómo se llama. Como si su identidad fuera prescindible y todo lo que importa fuera con quién sale.

Alba Paúl, del amor mediático con Dulceida al ninguneo profesional

Porque sí, Alba conoció la fama junto a Dulceida. Pero no se ha quedado sentada esperando los likes de rebote. Ha creado su comunidad, sus proyectos, su estilo. Y aun así, hay quien sigue tratándola como si estuviera “de invitada” en su propia vida pública.

 

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Lo que duele no es la etiqueta, es el tono. Esa forma de reducir su presencia a una especie de adorno romántico. “La mujer de…” dicho con esa media sonrisa que suena más a burla que a cariño. Alba lo ha dicho con toda la calma del mundo, pero con una claridad que corta.

Está orgullosa de su mujer, pero también quiere que se sepa que no ha llegado hasta aquí por accidente. Que su nombre pesa, su trabajo existe y su presencia no es prestada. Y ya va siendo hora de que muchos se lo aprendan. Sin apellidos añadidos.

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